Este verano pasado hicimos una visita a unos buenos amigos que viven en Madrid y aprovechando la cercanía a la localidad de Brihuega, una tarde nos escapamos los «chicos» a conocer la floración de esta planta tan llamativa y que daba la casualidad que empezaba a florecer en esa época.

Resulta que mi amigo ya conocía bastante bien el pueblo y los alrededores pues suele ir a los encierros que allí se celebran, así pues, sin quererlo, me encontré en el lugar guiado por un estupendo Cicerone.

El pueblo de Brihuega merece visita aparte y espero volver cualquier día de este próximo invierno. Una villa de carácter medieval bien conservada y con numerosos rincones de los que a mi me gustan.

Los campos de lavanda son sorprendentes y aunque yo nos los pillé en plena floración (fui a mediados de julio y aún faltaban unos días para su máximo esplendor) estoy seguro de que no dejan indiferente a nadie. Eso si, gente había para aburrir, si vais y podéis elegir, hacerlo entre diario, cuando cae el sol, seguro que no os arrepentiréis.








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