Dentro del pasado más remoto, correspondiente a la humanidad prehistoria, ya hubo asentamientos de homínidos en Valdehúncar; destacando, sobre todo, los, correspondientes a dos hechos: este núcleo posee dispersos por su término más de 30 conjuntos de grabados rupestres, y un asentamiento de tipo castreño enclavado estratégimante en uno de los meandros que forma el Tajo: La Muralla. Tanto uno como otro poseen una extraordinaria importancia: el primero por tratarse del núcleo más denso de Extremadura, y el otro por albergar una población, fundamentalmente Bronce Pleno, que puede aportar valiosos datos de la reconstrucción de una secuencia histórica apenas conocida en la Alta Extremadura. En época romana ese mismo poblado se reutiliza, igual que en la Edad media; período en el que, además, se construye probablemente una atalaya sobre la roca conocida como Cancho Castillo, únicos testigos de la ocupación islámica del término. Y, tras la Reconquista cristiana, se asientan los precedentes para un posterior poblamiento, quedaría lugar al actual municipio de Valdehúncar. Esto sucedería ya en el siglo XIV, una vez que la nobleza acaba con los «golfines»(bandas de salteadores de caminos y ganado que asolaban esta comarca). De este modo, las tierras de Valdehúnar serían concedidas por la corona a la dinastía de los Bote(del Señorío de Belvís), que propicia e asentamiento definitivo con inmigrantes castellanos(tal vez fueran pastores de la Meseta, que aprovechan los buenos pastos de su término). Su fisonomía urbana da una idea de lo que debieron ser en un principio las alquerías pastoriles, en las que no primaba ningún criterio urbanístico. Su nombre corresponde a un topónimo, fórmula ésta muy usada en la antigüedad: su primitivo nombre, Valdejuncar, (valle de los juncos) así lo confirma aludiendo, también, a la presencia de agua abundante en esta vaguada, a donde fluye tras filtrarse en las lomas limítrofes. Así, desde finales del siglo XIV consta como aldea perteneciente al Señorío de Belvís, que luego se une con el de Almaraz (al contraer matrimonio Teresa Alfonso del Bote con Juan Alfonso de Almaraz) y con la dinastía de los Monroy ( a principios del siglo XV, por el matrimonio entre Isabel de Almaraz y Hernán Rodríguez de Monroy, dando fin a los enfrentamientos entre almaraces y monroyes). En 1544 desaparece la dinastía Monroy y Ayala, hija de Francisco de Monroy y Zúñiga, con el 3º Condado de Oropesa , los Álvarez de Toledo. En ese siglo XVI, al contar ya con vecindario suficiente (unos 500 habitantes) y motivados por las profundas creencias religiosas de esa época, resulta necesaria la práctica de un culto comunitario;por lo que, como hacen otras localidades de la comarca, construyen una iglesia que dedicarán a Santa Mª Magdalena. Muy pronto, también, comenzará el culto al Santísimo Cristo del Perdón. Valdehúncar también consigue el título de villa, en 1640, pero como villa de Señorío y a cambio de imponer un Censo de 70 fanegas de cebada al año sobre la Dehesilla, que debían abonar los vecinos. Es decir, que consigue jurisdicción incompleta. Aunque mayor que la otras aldeas pertenecientes al Condado de Oropesa. La evolución posterior del Condado de Oropesa podríamos resumirla del siguiente modo: en la segunda mitad del siglo XVIII, al morir sin sucesión el 10º conde de Oropesa. La evolución posterior del Condado de Oropesa podríamos resumirla del siguiente modo: en la segunda mitad del siglo XVIII, al morir sin sucesión el 10º conde de Oropesa (Pedro Vicente Álvarez de Toledo), la casa de Oropesa pasa a los marqueses de Villena y, más tarde, a los Duques de alba (emparentados con los álvarez de Toledo). Pero en 1802 muere Cayetana de Alba sin que tuviera hijos, por lo que todos sus bienes pasan a la Corona. Esta noticia llena de gozo a las localidades bajo su jurisdicción (incluyendo a Valdehúncar). Sin embargo, José Mª Bernardino Fernández de Velasco, Duque de Frías, reclama al Consejo de Castilla como legítimo heredero del Condado de Oropesa, ganando el pleito en 1806. El Ducado de Alba pasará, desde entonces, a los Fitz James Stuart (duques de Berwick). En Valdehúncar –al igual que en Mesas de Ibor-, el señor consolidó el derecho de «terrazgo», que gravaba ciertas fincas con el cobro de una renta anual fija en especie. Pero, la lógica alegría del Duque de Frías sufriría varios reveses:el 2 de mayo de 1808 estalla la Guerra de Independencia; y, en 1811, la Constitución de las Cortes de Cádiz (la Pepa) disuelve los Señoríos Jurisdiccionales. Tras el fin del conflicto, en 1814 regresa el rey Fernando VII, que deroga esa Constitución y leyes anteriores. Por lo que, de nuevo, estas tierras vuelven al ducado de Frías. Sin embargo, con el «trienio Liberal»(1820-1823) reponen la Constitución anterior(tras la sublemación de Riesgo), incluyendo la eliminación de los señoríos (como el de Belvís); a la vez que se iniciaba la Ley General Desamortizadora. Tras la muerte del re y bajo la regencia de su viuda (mª Cristina de Nápoles), la Constitución Liberal de 1837 revierte a la Corona las tierras condales, al disolver el Régimen Señorial: los señoríos jurisdiccionales (administración del municipio), pues permanecen los territoriales o patrimoniales(las fincas); hasta que el proceso desamortizador acabó con ellos, aunque los beneficiarios tuvieron que abonar (ente todos) las 70 fanegas de cebada al duque de Frías, correspondiente al Censo con que estaba gravada dicha propiedad desde que se convirtió en Villa. Hablando de ese siglo XIX no podemos parar por alto la festividad del Ángel, asociado a la Guerra de la Independencia: los franceses invadieron Valdehúncar – como a otros lugares del Arañuelo- y, el abandono de cadáveres en el campo, da lugar a la peste (entre 1809 y 1814). El resto es muy conocido por todos ustedes: nos dice la tradición que, ante tanta calamidad, el 1 de marzo de 1814 sacan en procesión al Cristo del perdón; y, «cuando pasaban ante el pozo de la Oliva, salió de una de las casas de un enfermo envuelto en una sábana que se postró ante la imagen y sanó; continuando el séquito por todo el pueblo y cesando la peste. Después, reunieron el la plaza los enseres de los muertos como símbolo de purificación; igual que el recorrido procesional en la citada fecha del 1 de marzo, recibiendo el nombre del «Angel». Aunque ya no sacan al Cristo, pues fue destrozado en al Guerra Civil. A partir de entonces, nuestra villa prosigue su andadura con un crecimiento demográfico muy lento (con retrocesos a veces) y superando crisis constantes, tanto epidérmias como económicas; así finaliza el siglo XIX y comienza el XX. Además, siempre tuvo esta localidad graves problemas de incomunica; hasta ue se construye la carretera actual, inaugurada en diciembre de 1929. El éxodo rural de los años 60 dio lugar a la situación actual.
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